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Lunes 11 de Junio de 2007   
Verdaderamente aquellos pueblos eran dignos de la compasión de un gobierno, cuya conducta nivelada por los principios de la moderación...no podía ser indiferente a la desgracia de esos infieles, que a la vez no han tenido una parte tan activa en los hechos de los otros...” 
Ferré, Memorias, al fundamentar la incorporación de San Miguel y Loreto  a Corrientes La “Enfiteusis” o Alquiler de las Tierras Fiscales Esta ley, dictada en Corrientes en julio de 1830, en tiempos de Pedro Dionisio Cabral, prohibía la venta de terrenos fiscales y autorizaba al Poder Ejecutivo provincial a entregarlos en enfiteusis. Durante el 2° gobierno de Pedro Ferré, en abril de 1831, se amplió la  misma, otorgando un plazo de 50 años de vigencia del  sistema, con una retasación del terreno a los 25 años.   
Los enfiteutas debían pagar un cánon anual del 2 % del   valor del campo, pudiendo vender, donar y traspasar sus   acciones. Con esta ley se estimuló la regularización de   las posesiones que existían de hecho. Para el caso de   los ocupantes de terrenos en Misiones, la ley les dio carácter jurídico a su ocupación.
Sirvió también para incentivar y favorecer el   asentamiento de pobladores no residentes en la   provincia. Por esta razón, la gran mayoría de los   hacendados al norte del Aguapey fueron de origen   brasileño, asentados desde 1850.
La Venta de Misiones en 1825  Félix de Aguirre asoció a corregidores de los cabildos   de La Cruz y Santo Tomé para efectuar la venta de toda   la franja occidental de la actual provincia de Misiones   y nordeste de Corrientes, a Blas Despouy. El primer   compromiso fue realizado en San Roquito el 3 de   noviembre de 1825. Se trataba de una extensión de 62.500   hectáreas. Despouy pagaría por éstas, 1460 varas de   algodón, 114 ponchos, 165 pañuelos, 50 azadas, 30 hachas   y 70 yeguas. En 1826 se realiza un nuevo arreglo por una   superficie mucho mayor. Eran 890.000 hectáreas que se   concedían a Despouy para cancelar una deuda que tenía   Aguirre con él. La ocupación correntina del territorio   invalidó dicho compromiso de venta.   Glosario  Enfiteusis: cesión temporaria del dominio útil de un   terreno, generalmente fiscal, mediante el pago anual de   un cánon. Se realizaba mediante un contrato.  Cánon: precio de un arrendamiento.    Empezé a recibir partes (...) de que el territorio que   media entre el Aguapey y Uruguay, se veían gentes   armadas, pero que no podían saber de donde eran. Mandé   al Mayor don Genaro Verón con cien hombres a recorrer   esos grupos...con instrucciones de que si eran   brasileños les hiciese conocer que aquellos territorios   eran de Corrientes y que ellos no debían   transitarlo...Que si eran indios...de los sublevados en   Bella Unión, los batieran y que si eran paraguayos   guardaran con ellos la mejor armonía...”  Ferré, Memorias, 1832.     El Corregidor de la Villa de San Miguel y demas   individuos del Cabildo nos ponemos ante la justificacion   de V.S. proponiendo que por hallarnos desamparados e   indefensos sin tener mas una raiz o fundamento de donde   dependa nuestra prosperidad y sosiego perpetuo,   recurrimos a la generosa benevolencia de ese Gobierno   con el fin y deseo de agregarnos bajo la compasiva   proteccion de ese Gobierno con el fin de asegurarnos la   felicidad y tranquilidad publica a estos hijos   desgraciados de Misiones...y esperamos la caridad, por   ser una de las provincias mas hermana a esta....”  San Miguel, septiembre 15 de 1827, Corregidor José Ramón   Irá al gobernador de Corrientes, Pedro Ferré.    
Pedro Ferré: Su Política Poblacional  Considerado la máxima figura de la historia correntina   del siglo XIX, Ferré nació en Corrientes en 1788. Fue   gobernador de esa provincia en tres oportunidades, entre   1824 y 1828; entre 1830 y 1833 y desde 1839 hasta 1842.   Por sus notables éxitos militares en épocas políticas   difíciles, fue propuesto para una cuarta gobernación, la   cual rehusó, aunque siguió muy de cerca los   acontecimientos posteriores a sus mandatos. Su política   poblacional fue brillante. Proyectó y fundó varios   pueblos desde su función de cabildante primero y como   gobernador, luego. Caá Catí en 1822, Bella Vista, en   1826, Empedrado en 1827 y Paso de Higos (Monte Caseros),   Pay Ubre (Mercedes) y Sauce, entre 1828-1830, nacieron   bajo su influjo. En 1830, con una hábil estrategia   incorporó el casi baldío territorio misionero a   Corrientes. Con Ferré, la provincia correntina amplió   sus fronteras hasta los actuales límites, con excepción   del norte del Aguapey, que quedó en poder paraguayo   hasta después de la guerra de la Triple Alianza.    
Desde que los naturales de Misiones obtuvieron su   libertad, quisieron distinguir la época de la   independencia, adoptando el sistema de destruir en vez   de edificar. El peso de las cadenas que habían   arrastrado por espacio de más de dos siglos los había   reducido a tal extremo de degradación que, cuando se   vieron libres de ellas, pasaron luego al exceso de una   licencia sin límites...”  Ferré, Memorias.
Manifiesto sobre asuntos de Misiones.    
Plano con las principales operaciones militares de Pedro   Ferré en la época de la organización del estado   provincial de Corrientes. (En “Memorias”, de Ferré).   Corrientes ocupa los territorios  de las misiones meridionales  1830 Mientras que los misioneros orientales,   concentrados en la aldea de Santa Rosa de la Bella   Unión, a orillas del Quareim, empezaban su dispersión   obligada hacia el interior de la Banda Oriental,   fundando nuevos pueblos o se incorporaban a los ya   existentes en Entre Ríos, el gobernador correntino,   Pedro Ferré anexaba a su territorio el área misionera   desde el Aguapey al sur.  El conjunto de pueblos fundados por la Compañía de Jesús   que habían conformado la región más organizada y   densamente poblada de todo el territorio rioplatense   hasta fines del siglo XVIII terminaba de fracturarse con   la ocupación correntina. En 1801 se habían perdido a   manos de los luso-brasileños los Siete Pueblos   orientales. La Revolución de Mayo había desprendido los   pueblos al occidente del Paraná, al independizarse el   Paraguay. Este estado ampliaría su conquista hasta las   márgenes del Aguapey.   Los guaraní-misioneros de la otrora pujante Provincia   Jesuítica del Paraguay conservaban autonomía sólo en el   limitado espacio entre el Aguapey y el Miriñay, con su   frontera en el Uruguay. Pero ese espacio era ocupado por   bandas de familias errantes, residuos de las tantas   luchas a las que fueron sometidos los bravos guaraníes   en el período posterior al movimiento revolucionario de   Mayo. Pueblos construidos provisoriamente, –más bien   campamentos– como San Roquito, o Asunción del Cambay,   ubicados en zonas alejadas de lugares conflictivos y   amparados por la geografía se constituían en momentáneas   residencias de comandantes o gobernadores de dudosa   autoridad. Sólo se luchaba por conservar la autonomía.   Pero esa frágil estructura no podía permanecer así mucho   tiempo más. En algún momento la provincia guaranítica de   Misiones habría de sucumbir ante algunos de los estados   que disputaban su dominio: Paraguay, Rio Grande do Sul,   Entre Ríos o Corrientes. Y fue esta última la que ganó   la pulseada, aprovechando la coyuntura político-militar   de fines de la década de 1820 y merced a la rápida   decisión de su gobernador, Pedro Ferré, un notable   estadista.  Para conseguir sus fines, Ferré había aprovechado tres   circunstancias: los pedidos de protección e   incorporación a Corrientes formalizados por los cabildos   de San Miguel, Loreto y San Roquito, en 1823; la grave   anarquía en la que habían caído los escasos poblados   misioneros existentes a fines de la década de 1820 y la   presencia del Ejército del Norte en el territorio de   Misiones debido a la guerra con el Brasil. Estas tres   situaciones jugaron en favor de Corrientes, para el   dominio sobre Misiones.  Anexión de los pueblos misioneros a Corrientes  La endeble y efímera República Entrerriana, fundada por   Francisco Ramírez en 1820, a imitación de la Liga de los   Pueblos Libres de Artigas, desapareció junto con la   muerte de su líder, en enero de 1822. Durante ese   período, Corrientes y Misiones habían perdido su   jerarquía de provincias, transformados en simples   departamentos o comandancias militares. Corrientes   recuperó inmediatamente su autonomía, no así Misiones   que no logró restaurar sus formás políticas, a pesar de   los esfuerzos de quien quedara al mando del territorio,   el mestizo Félix de Aguirre. Con el Tratado del   Cuadrilátero, Aguirre pactaría con Entre Ríos la   dependencia de su territorio en 1823.   Aquel caos llevó al cabildo de San Roquito, que oficiara   de capital del departamento de Misiones durante la   República Entrerriana, a solicitar su anexión a   Corrientes, cuyos cabildantes en nota dirigida al   gobernador correntino, aludían que “en reunion general   para tratar sobre nuestra suerte venidera, en virtud de   hallarnos sin proteccion alguna por no haber Autoridad   ni Gefe reconocido en Misiones de donde hemos dependido,   por lo que nos consideramos huerfanos y libres de las   obligaciones (...) y debiendo unirnos y vivir en   sociedad con otros pueblos para poder sobrevivir (...)   hemos resuelto todos decididamente por un convenio   general unirnos a la Provincia de Corrientes, sugetarnos   a su gobierno superior y estar obedientes a las leyes   queriendo vivir en union con nuestros hermanos los   Correntinos y componer una sola familia...”.  La rápida protesta de Aguirre ante los gobiernos de   Santa Fe y Entre Ríos evitó que esta incorporación se   formalizara. Pero quedaba como antecedente para que   Corrientes en un futuro fundamentara su presencia en   Misiones.  San Miguel y Loreto en dos oportunidades, en 1822 y 1826   realizarán similar pedido al gobierno correntino.  La guerra con el Brasil, dejaría para más adelante la   decisión de estas cuestiones.  Anarquía en Misiones  La guerra con el Brasil había llevado a la actuación   conjunta de fuerzas bonaerenses, correntinas,   entrerrianas y misioneras. Las tropas de Corrientes se   habían acantonado sobre el río Uruguay, para la defensa   del mismo, mientras Félix de Aguirre, al mando de las   fuerzas misioneras acompañaba a Lavalleja en territorio   oriental. En noviembre de 1826 los valientes guaraníes   eran derrotados en el Paso del Rosario, dispersándose la   tropa.   Un mes después de aquella acción se efectivizaba el   aludido pedido de incorporación de San Miguel y Loreto a   Corrientes. Ello motivó el envío de fuerzas por parte de   Ferré a Loreto, San Miguel y San Roquito. Aguirre que se   encontraba reuniendo sus fuerzas en Mandisoví fue   apresado por Mariano Aulestia, uno de los jefes del   grupo misionero de San Roquito.  Destituído Aguirre, el 14 de enero de 1827, los   principales caciques guaraníes nombraron como nuevo   gobernador a Mariano Aulestia, quien se sujetó   totalmente al gobierno de Corrientes. Esta actitud   provocó la reacción de otros oficiales guaraníes, como   el sargento mayor Agustín Cumandiyú y el propio Gaspar   Tacuabé, desde Mandisoví, quienes apoyaron una revuelta   en contra de Aulestia. Esta situación llevó al gobierno   correntino a tomar definitiva intervención en la   anarquía misionera.  El 28 de agosto, Ferré informaba al Congreso provincial   que, “para afianzar por todos los medios posibles la   seguridad y tranquilidad de la Provincia, ante la tan   dolorosa insurrección acaecida nuevamente en Misiones,   (...) he hecho aprestar una fuerza de cuatrocientos   hombres bien armados y municionados...”.  A principios de noviembre, las tropas correntinas   ingresaron a San Roquito, dispersándose sus pobladores y   sus principales caudillos. Aguirre, nuevamente en   escena, y Cumandiyú enfrentaron a las fuerzas   correntinas el 12 de noviembre de 1827, a orillas del   arroyo Cambay. La batalla continuó pocos días después en   Tuyuné, triunfando dificultosamente las tropas de Ferré.   Los derrotados se refugiaron en Mandisoví y desde allí   pasaron a la Banda Oriental. El territorio de la   provincia guaranítica de Misiones quedó así ocupado por   Corrientes.  El 19 de abril de 1830 el estado correntino se aseguró   el dominio de la región a partir de un pacto con los   misioneros reunidos en La Cruz. En dicho tratado, que   constaba de siete artículos, se manifestaba que:   “Los individuos que componen un resto de las misiones   residentes en las ruinas del antiguo pueblo de La Cruz,   en uso de su libertad y deseando formar parte de la   provincia correntina, se someten a la autoridad que   emana de las leyes que rigen en la provincia de   Corrientes.”  A partir de allí el gobierno de Corrientes empezó a   expedir títulos en enfiteusis en el área incorporada.   Bastó sólo una década para que un centenar de hacendados   ocupasen las fértiles praderas y las más importantes   rinconadas desde el Aguapey al Miriñay.  Esa ley, que legalizaba el dominio de los pobladores de   la región incorporada, fue complementada por otra,   referida a los nuevos límites de la provincia, del 1° de   septiembre de 1832. En la misma, la Sala de   Representantes de Corrientes aprobaba como límites los   que ya había decretado el Director Supremo, Gervasio   Antonio de Posadas en 1814, es decir “el río Paraná al   oeste y norte hasta la línea divisoria de los dominios   portugueses (...) el Uruguay al este, y al sur una línea   imaginaria desde las nacientes del Mocoretá hasta el   arroyo Curuzú Cuatiá...”. Quedaba así Misiones   definitivamente integrada a la provincia de Corrientes.   El norte del Aguapey quedaría aún tres décadas más en   poder del Paraguay.  El plan colonizador de Corrientes en Misiones  Al finalizar la guerra con el Brasil, Corrientes era la   provincia con mayor estabilidad institucional y política   de todo el Litoral. Sobre esta base, dos grandes   estadistas, Pedro Dionisio Cabral y Pedro Ferré   iniciaron un ordenado plan de poblamiento de las   regiones baldías de la provincia. Así se fueron   expandiendo las fronteras interiores a través de frentes   pioneros ganaderos que formalizaron una ocupación   efectiva del espacio merced al facilitamiento de títulos   otorgados por el gobierno provincial. La concentración   de hacendados, trajo, como consecuencia, la fundación de   nuevos pueblos. Surgieron así, entre 1828 y 1832, los   pueblos de Pay Ubre (Mercedes), Paso de Higos (Monte   Caseros) y Sauce, en puntos estratégicos de la   provincia, cercanos a la única población correntina   existente hasta entonces, Curuzú Cuatiá.  Este poblamiento estuvo asegurado por una nueva   legislación de tierras, que brindó garantías a los   propietarios.  Para el caso de las tierras misioneras, Ferré reinstauró   el hispánico sistema de enfiteusis, a través de una ley   provincial del 3 de julio de 1830. La idea era arrendar   esos terrenos, que el Fisco no podía vender por no   haberse reconocido por el gobierno nacional el   patrimonio correntino de esa área. Recién en 1860 esas   estancias serían vendidas mediante subasta pública.  La ley de enfiteusis  La ley de enfiteusis de julio de 1830, permitió la   legalización de los terrenos ocupados por Corrientes en   Misiones. Por medio de la misma, se citaba a los   denunciantes de terrenos fiscales en esa área a   presentarse “dentro de los seis meses a partir de su   denuncia” ante el Gobierno provincial para legalizar su   asentamiento. En caso de no hacerlo, la ley aclaraba que   los ocupantes quedarían prescriptos y su propiedad   disponible para su arriendo por parte del Fisco. El   otorgamiento en enfiteusis implicaba el pago de un cánon   anual de un tres por ciento sobre el valor fiscal de la   propiedad. Pero esta ley estuvo llena de   irregularidades, pues la mayoría de los primeros   denunciantes, en el período 1830-1840 fueron reconocidas   personalidades del gobierno, que estaban exentos del   pago “por los servicios prestados al Gobierno”. Por otro   lado, hay suficiente información comprobatoria sobre la   falta de continuidad en los pagos del cánon respectivo.   A pesar de ello, cuando se otorgan, desde 1860, títulos   definitivos de propiedad, son beneficiarios los mismos   enfiteutas que poblaban la región misionera desde 1830.   Un minucioso trabajo en los archivos catastrales de   Corrientes, nos ha permitido confeccionar mapas que   muestran la evolución de la ocupación espacial   correntina del área. Los primeros habitantes se   afincaron a orillas de los principales ríos y arroyos,   por sus pastos blandos, aguadas permanentes y porque los   tributarios de estos cursos de agua concentraban el   ganado evitando su dispersión. Un importante número de   estos primeros pobladores estuvo constituido por   autoridades políticas, religiosas y militares, eximidos   del cánon enfitéutico. Muchos de ellos no residían en el   lugar, dejando al cuidado de sus posesiones a personas   de su confianza. Otros, como el padre Ponce de León, de   trascendente actividad pastoral en el sudeste de   Corrientes, vivían en esas estancias permanentemente.   Este sacerdote atendía los nuevos templos de Pay Ubre,   Sauce y el de Curuzú Cuatiá.  La inmensa rinconada que forma el Miriñay en su   desembocadura con el Uruguay, fue poblada en apenas un   lustro, entre 1830 y 1835 por una veintena de   hacendados, la mayoría provenientes de Curuzú Cuatiá.   El impulso poblador se frenó hacia fines de la década de   1830, debido a las guerras civiles del Litoral y a las   invasiones de paraguayos, que se reiteraron a partir de   1843, llegando hasta La Cruz.  En la década de 1850 la ocupación de estancias cobra   nuevo impulso, frente a la favorable coyuntura política   de la Organización Nacional. En los mapas se observa el   proceso de ocupación del espacio en ambos períodos.   Nuevos pueblos, como Restauración (Paso de los Libres),   Alvear y la reedificación de Santo Tomé, permitieron un   afianzamiento de aquel proceso ocupacional.  Tensión en la frontera con el Paraguay  La expansión fronteriza de Corrientes hacia el río   Uruguay provocó tensiones con el estado paraguayo que   desarrollaba su comercio entre Itapúa y San Borja.   Corrientes desafiaba la presencia paraguaya al norte del   Aguapey. Durante la Guerra Cisplatina, el gobierno de   Buenos Aires había incentivado al de Corrientes a   repeler las intenciones comerciales paraguayas. Pero las   hostilidades se empezaron a hacer efectivas a partir de   la década de 1830. Un curioso episodio motivó el   agravamiento de las tensiones: Buenos Aires intentó   recuperar el norte del Aguapey a través de un intento de   venta de tierras en esa zona a inversores británicos   para colonizarlas. El dictador Francia respondió   inmediatamente que “las tierras entre el Aguapey y el   Uruguay pertenecen al Paraguay y no a Buenos Aires que   durante los últimos veinte años no ha pensado en ellas.   Está claro que Buenos Aires quiere vender estas tierras   a estos Ingleses para impedir y cortar el comercio   brasileño con el Paraguay...”.  La colonización británica nunca se efectivizó, pero el   gobierno paraguayo quedó atento a las intenciones   porteñas. Mientras tanto, Corrientes materializaba su   acuerdo con La Cruz, ampliando sus fronteras hasta el   Uruguay.  En 1832 una serie de escaramuzas pusieron al borde de   una guerra a ambos estados. Corrientes ocupó en rápida   acción la Tranquera de Loreto, llegando hasta la misma   Candelaria, en septiembre de 1832, sin oposición de las   fuerzas paraguayas. Recuperada para Corrientes esa   región misionera, su gobierno planificó la   industrialización de la yerba mate, invitando a aquellos   comerciantes que quisiesen extraer yerba lo hicieron   mediante contratos con el estado correntino. Éste se   reservaba la explotación de los yerbales hortenses,   cercanos a los pueblos en ruinas. Al mismo tiempo, Ferré   creó una Receptoría en la Tranquera de Loreto, cobrando   impuestos a quienes ingresaban a Itapúa por aquel   corredor. Del mismo modo, ocupado el puerto Hormiguero,   Corrientes instaló allí otra Receptoría para el manejo   comercial con el Brasil.  A pesar del entusiasmo manifestado por Buenos Aires ante   la audaz empresa correntina, no contribuyeron a apoyarla   militarmente. Por ello, hacia mediados de 1834,   reorganizadas las tropas paraguayas, ingresaron en las   Misiones, territorio que fue rápidamente abandonado por   Corrientes, sin capacidad de defensa. El Paraguay   recuperó así su dominio en las Misiones septentrionales,   el comercio con el Brasil cobró nuevo impulso y la ruta   entre San Borja e Itapúa fue fortalecida con la   instalación de nuevos puestos militares. No obstante,   Francia impulsó la creación de una ruta alternativa por   San Nicolás, más segura y alejada del territorio   correntino.  A partir de allí, el Paraguay afianzó su presencia en   las Misiones del norte, área que cobró especial interés   en la política de Francia, por ser el único canal en el   comercio exterior de su país.   Recién hacia la década de 1850, cuando la Organización   Nacional se puso en marcha en la Argentina, se liberó al   Paraguay del bloqueo impuesto sobre el Paraná y la “ruta   por Misiones” perdió su sentido. Fue entonces cuando,   lentamente, los frentes ganaderos correntinos fueron   ocupando el espacio al norte del Aguapey. Después de la   guerra de la Triple Alianza, esa región quedó en poder   de aquel gobierno.  Mientras tanto, los primeros habitantes de las Misiones   ya se hallaban completamente mestizados.       El hombre primitivo misionero  Los Avá y su modo de vida  América en la visión de los europeos  La ocupación de la región misionera  Hacia las fronteras  Mbororé, gloria de los misioneros y escarmiento de los bandeirantes  Sociedad, producción y consumo en las reducciones  El amabmaé y el tupambaé, dos modos de trabajar y producir  Gobierno y administración de los pueblos jesuíticos  Vivir en una reducción  La Guerra guaranítica  La rebelión guaraní  La expresión de la cultura en las reducciones  El urbanismo jesuítico-guaraní  La edificación de una reducción  Los caminos recorridos por el guaraní  El fin de la obra misional: la expulsión  La decadencia de los pueblos guaraníes posjesuíticos  El Yapeyú de Don Juan de San Martín  De los pueblos misioneros a centros productivos  Se quiebra la unidad  La revolución en las misiones  El reglamento de Belgrano  La revolución se internacionaliza –El avance e luso-brasileño sobre   las misiones occidenales-  José Artigas –Teniente Gobernador-  Andrés Artigas, Comandante General de Misiones  Andrés Guaucurí, Artigas, y el intento de recuperación de los siete   pueblos  Andrés Artigas, sus últimas campañas  Los sucesores de Andresito en Misiones  Misiones bajo el dominio paraguayo  Misiones, la ruta comercial del Paraguay  La dispersión final  Corrientes ocupa los territorios de las misiones meridionales  Los guaraníes misioneros, un destino de integración social  La herencia secular  Bibliografía  Fuentes documentales   Los Autores   Agradecimientos    Contactenos vía e-mail: webmaster@herenciamisionera.com.ar      1999-2005 - TerritorioDigital.com. 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Monday, June 11, 2007
Una Virreyna Correntina.
DiarioEpoca : 
Opinion Por Francisco J. Scaramellini Guerrero (*) 14/10/2003
Una virreyna correntina Texto leído por el autor durante el acto de su incorporación a la Junta de Historia de Corrientes llevado a cabo en el Museo Histórico de nuestra ciudad. Hace muchos años, leyendo un “Diccionario Histórico” que me regalaran mis padres, tropecé con un nombre que me era desconocido, el de una correntina llamada Juana María de Pereyra, la que aún hoy es muy poco nombrada y menos conocida. La historia nacional no deja de citar a mujeres criollas, esto es hijas o descendientes de españoles, frecuentemente con algunas gotas de sangre india, que por su matrimonio se convirtieron en primeras damas de aquellos grandes dominios españoles que fueran los Virreynatos. Doña Ana de Azcuénaga y Basavilbaso, nacida en Buenos Aires, hija de un fuerte comerciante vizcaíno y de una dama porteña, fue Gobernadora de Montevideo y Virreyna del Río de la Plata por su matrimonio con don Antonio de Olaguer Feliú y Heredia, un militar español que como representante del Rey de España gobernara los vastos dominios del sur de la América latina. La primera esposa del Virrey Sobremonte fue doña Juana María de Larrazábal, de vieja raigambre criolla, también nacida en el puerto de Buenos Aires, y cuya genealogía ha sido vastamente estudiada, remontándose sus ascendientes hasta la misma Ursula de Irala, hija del Gobernador del Paraguay y una india guaraní llamada Leonor Mokirasé. Don Arturo de Carranza se ocupó de estudiar la ascendencia guaranítica de esta señora, que se encontraba emparentada con familias coloniales de renombre, tales como los Labayén, los Avellaneda, los Rubio, los López Osornio y el dictador Juan Manuel de Rosas. Y su progenie se desparramó por ambos mundos, siendo uno de sus descendientes Antonio Primo de Ribera. Del mismo tronco de Irala descienden familias correntinas, tales como los Martínez, como lo señala en su obra el historiador don Wenceslao Domínguez. La segunda esposa de don Santiago de Liniers fue también porteña y por su matrimonio le cupo a doña Martina de Sarratea ser Virreina del Río de la Plata y Condesa de Buenos Aires, también con descendientes en ambas márgenes del Atlántico. Los santafesinos recuerdan también a una Virreina, doña Rafaela Francisca de Vera y Mujica, señora criolla que fuera segunda esposa del Virrey don Joaquín del Pino. En Santa Fe se mantiene presente el recuerdo de esta hija de la tierra y aún se ha dado en llamar a una vieja casa, felizmente conservada, la Casa de la Virreina. Esta mujer, conocida en Buenos Aires como “La Virreina Vieja”, fue la suegra de don Bernardino Rivadavia. Recientemente he leído en el Diario “La Nación”, que el retablo de la Iglesia del Pilar de Buenos Aires, donde se hallan sepultados miembros de la familia del Pino, ha sido restaurado por la fundación española que lleva el nombre del Ingeniero Rafael del Pino y Moreno, su descendiente, que a los 86 años estuvo presente en la inauguración de las obras. Nosotros en cambio no guardamos recuerdo ni recuerdos de doña Juana María de Pereyra. No han quedado en Corrientes rastros de su paso por esta tierra que la vio nacer. Y su memoria prácticamente se ha perdido. Sólo recuerdo que el Dr. Fernando Díaz Ulloque, durante su desempeño como Presidente del Jockey Club de Corrientes puso el nombre de “Salón de la Virreina” a una de las salas de la sede social. También la nombró en su libro “Como yo las conocí”. ¿Y quién fue esta doña Juana María de Pereyra que hoy motiva esta exposición? Como ya lo tengo dicho una señora nacida en Corrientes, una niña que creció en la humilde ciudad de San Juan de Vera, probablemente en una casa de galería (o de corredor, como se las llamaba con más frecuencia) o bien en una casona solariega de tres patios, llegó a altos destinos. Es evidente que esa muchacha creció bajo el sol correntino, olió como nosotros, cada vez menos, olemos los jazmines y los azahares y disfrutó de la vista y la frescura del gran río por el cual le llegara el amor y por donde partiera a sus grandes destinos. También fue en Corrientes donde doña Juana adquirió sus primeros conocimientos y su gusto refinado, que como veremos luego, la caracterizaron. Tuve la suerte de tener en mis manos un viejo libro, escrito por el Dr. Raúl Molina, caratulado “Hernandarias, el Hijo de la Tierra”. Y allí hallé referencias de la correntina que ocupó tan altos sitiales en la sociedad colonial hispanoamericana. No sé el año de su nacimiento, pero sin lugar a dudas fue este en Corrientes. Sus padres, el Capitán don Juan Antonio Pereyra de los Cobos, porteño y su madre doña Ana González de Peralta, una correntina bautizada en 1713, contrajeron matrimonio en la iglesia matriz de nuestra ciudad el 22 de julio de 1726. Esto nos permite ubicar el nacimiento de doña Juana en la década siguiente, esto es entre 1727 y 1737 aproximadamente. Sus abuelos paternos fueron don Juan Antonio Pereyra y doña Antonia de los Cobos y Meneses, presumiblemente vecinos del puerto de Buenos Aires. Sus abuelos maternos fueron ambos correntinos. El abuelo se llamó don Sebastián González de Alderete y nació aquí el 22 de abril de 1681 y se casó con doña Ignacia de Basualdo y Cabral de Alpoim, nieta del célebre Maestre del Campo don Manuel Cabral de Melo y Alpoim, cuyo nombre ostenta el Museo Histórico que hoy nos cobija. Don Sebastián González de Alderete y en esto sigo al genealogista don Raúl Molina ya citado, era hijo legítimo de don Antonio González de Alderete y Velazco y de doña Ana de Peralta y nieto del capitán asunceño Domingo de Peralta, que al avecindarse en Corrientes injertó a nuestra ciudad la sangre de Hernandarias, formando su hogar en 1649 con la correntina doña Isabel Maciel y de la Cueva, perteneciente a la familia principal de la ciudad. Permítaseme prolongarme en el aspecto genealógico, pero es interesante destacar que el referido Domingo de Peralta era descendiente legítimo del Gobernador Hernando Arias de Saavedra. Si bien se ignora el nombre del hijo o hija de este personaje que fuera abuelo de don Domingo , tengo muy seguras referencias que ello fue acreditado por éste en una información sumaria que obra en el Archivo General de la Nación, Carpeta C.Leg.16. En cuanto a la documentación que avala todo lo expuesto precedentemente respecto al linaje de doña Juana María, ello surge de documentación que se encontraba en poder del Dr. Raúl de Labougle, consistente en la “ Probanza a pedido de doña Juana María Pereyra en 1788 ante el Dr. Don Francisco Xavier Dicido de Zamudio, entonces rector de la iglesia de Nuestra Sra. de la Piedad de Buenos Aires”. Doña Juana María de Pereyra se casó en Buenos Aires con el marino español don Manuel Antonio de Flores Maldonado y Angulo, oriundo de Salamanca, según unos y de Sevilla según otros datos, nacido en el primer tercio del siglo XVIII. Siendo éste guardiamarina había llegado al Río de la Plata con la comisión encargada de demarcar los límites entre los dominios de España y Portugal, comisión encabezada por el marqués de Valdelirios. Designado su esposo como General de la Armada, fue después nombrado Virrey de la Nueva Granada y Presidente de la Real Audiencia de Santa Fe de Bogotá y allí fue con el Doña Juana, cumpliendo con acertada fineza sus funciones virreinales. Don Manuel Antonio de Flores asumió este Virreynato el 26 de agosto de 1775 y se desempeñó en tal cargo por más de once años. Posteriormente fue luego designado Virrey de México, cargo que ejerció desde el 8 de mayo de 1787 al 16 de agosto de 1790. Allí la virreina correntina se distinguió por sus condiciones poéticas y su gusto exquisito. La azotea del palacio donde residía en la ciudad de México fue convertida por ella en observatorio astronómico y su salón fue centro de reuniones artísticas y científicas, brillando en el mismo escenario social y cultural donde antes lo hiciera Sor Juana Inés de la Cruz. Cabe destacar que todo lo expresado nos habla del nivel de educación y fineza que alcanzaron algunas familias en nuestro medio en la época de la dominación hispana y que no se limitó a los varones, sino alcanzó también a mujeres del periodo colonial. En cuanto a su esposo, también dejó como legado obras publicadas tales como “Prevenciones para los Correos que se dirigen al Río de la Plata y su regreso a España”, “Relación de los trabajos hechos por comisarios en la tercera partida de límites entre España y Portugal en América” así como una “Carta de Don Manuel Flores a B. De Arriaga sobre el temporal que sufrió la flota de América en el año 1766”. Terminada su gestión virreinal, Flores y su esposa se radicaron en España, donde el primero recibió muestras del real afecto, siendo designado Capitán de la Armada. Así como no sabemos la fecha en que nació Doña Juana, tampoco conozco ni el lugar ni el momento de su fallecimiento. Suponemos que fue en España, pues allí murió su marido, concretamente en Madrid el año de 1799. Es evidente que todos estos datos constituyen sólo una reseña de la vida de la virreina correntina y que es de esperar que de nuestro estudio e investigación posteriores surjan nuevos elementos que enriquezcan la biografía esbozada. (*Miembro de Número de la Junta de Historia de la Provincia de Corrientes y del Instituto de Ciencias Genealógicas de Corrientes ) © Diario Época - H.Yrigoyen 835 - Corrientes - Argentina
Opinion Por Francisco J. Scaramellini Guerrero (*) 14/10/2003
Una virreyna correntina Texto leído por el autor durante el acto de su incorporación a la Junta de Historia de Corrientes llevado a cabo en el Museo Histórico de nuestra ciudad. Hace muchos años, leyendo un “Diccionario Histórico” que me regalaran mis padres, tropecé con un nombre que me era desconocido, el de una correntina llamada Juana María de Pereyra, la que aún hoy es muy poco nombrada y menos conocida. La historia nacional no deja de citar a mujeres criollas, esto es hijas o descendientes de españoles, frecuentemente con algunas gotas de sangre india, que por su matrimonio se convirtieron en primeras damas de aquellos grandes dominios españoles que fueran los Virreynatos. Doña Ana de Azcuénaga y Basavilbaso, nacida en Buenos Aires, hija de un fuerte comerciante vizcaíno y de una dama porteña, fue Gobernadora de Montevideo y Virreyna del Río de la Plata por su matrimonio con don Antonio de Olaguer Feliú y Heredia, un militar español que como representante del Rey de España gobernara los vastos dominios del sur de la América latina. La primera esposa del Virrey Sobremonte fue doña Juana María de Larrazábal, de vieja raigambre criolla, también nacida en el puerto de Buenos Aires, y cuya genealogía ha sido vastamente estudiada, remontándose sus ascendientes hasta la misma Ursula de Irala, hija del Gobernador del Paraguay y una india guaraní llamada Leonor Mokirasé. Don Arturo de Carranza se ocupó de estudiar la ascendencia guaranítica de esta señora, que se encontraba emparentada con familias coloniales de renombre, tales como los Labayén, los Avellaneda, los Rubio, los López Osornio y el dictador Juan Manuel de Rosas. Y su progenie se desparramó por ambos mundos, siendo uno de sus descendientes Antonio Primo de Ribera. Del mismo tronco de Irala descienden familias correntinas, tales como los Martínez, como lo señala en su obra el historiador don Wenceslao Domínguez. La segunda esposa de don Santiago de Liniers fue también porteña y por su matrimonio le cupo a doña Martina de Sarratea ser Virreina del Río de la Plata y Condesa de Buenos Aires, también con descendientes en ambas márgenes del Atlántico. Los santafesinos recuerdan también a una Virreina, doña Rafaela Francisca de Vera y Mujica, señora criolla que fuera segunda esposa del Virrey don Joaquín del Pino. En Santa Fe se mantiene presente el recuerdo de esta hija de la tierra y aún se ha dado en llamar a una vieja casa, felizmente conservada, la Casa de la Virreina. Esta mujer, conocida en Buenos Aires como “La Virreina Vieja”, fue la suegra de don Bernardino Rivadavia. Recientemente he leído en el Diario “La Nación”, que el retablo de la Iglesia del Pilar de Buenos Aires, donde se hallan sepultados miembros de la familia del Pino, ha sido restaurado por la fundación española que lleva el nombre del Ingeniero Rafael del Pino y Moreno, su descendiente, que a los 86 años estuvo presente en la inauguración de las obras. Nosotros en cambio no guardamos recuerdo ni recuerdos de doña Juana María de Pereyra. No han quedado en Corrientes rastros de su paso por esta tierra que la vio nacer. Y su memoria prácticamente se ha perdido. Sólo recuerdo que el Dr. Fernando Díaz Ulloque, durante su desempeño como Presidente del Jockey Club de Corrientes puso el nombre de “Salón de la Virreina” a una de las salas de la sede social. También la nombró en su libro “Como yo las conocí”. ¿Y quién fue esta doña Juana María de Pereyra que hoy motiva esta exposición? Como ya lo tengo dicho una señora nacida en Corrientes, una niña que creció en la humilde ciudad de San Juan de Vera, probablemente en una casa de galería (o de corredor, como se las llamaba con más frecuencia) o bien en una casona solariega de tres patios, llegó a altos destinos. Es evidente que esa muchacha creció bajo el sol correntino, olió como nosotros, cada vez menos, olemos los jazmines y los azahares y disfrutó de la vista y la frescura del gran río por el cual le llegara el amor y por donde partiera a sus grandes destinos. También fue en Corrientes donde doña Juana adquirió sus primeros conocimientos y su gusto refinado, que como veremos luego, la caracterizaron. Tuve la suerte de tener en mis manos un viejo libro, escrito por el Dr. Raúl Molina, caratulado “Hernandarias, el Hijo de la Tierra”. Y allí hallé referencias de la correntina que ocupó tan altos sitiales en la sociedad colonial hispanoamericana. No sé el año de su nacimiento, pero sin lugar a dudas fue este en Corrientes. Sus padres, el Capitán don Juan Antonio Pereyra de los Cobos, porteño y su madre doña Ana González de Peralta, una correntina bautizada en 1713, contrajeron matrimonio en la iglesia matriz de nuestra ciudad el 22 de julio de 1726. Esto nos permite ubicar el nacimiento de doña Juana en la década siguiente, esto es entre 1727 y 1737 aproximadamente. Sus abuelos paternos fueron don Juan Antonio Pereyra y doña Antonia de los Cobos y Meneses, presumiblemente vecinos del puerto de Buenos Aires. Sus abuelos maternos fueron ambos correntinos. El abuelo se llamó don Sebastián González de Alderete y nació aquí el 22 de abril de 1681 y se casó con doña Ignacia de Basualdo y Cabral de Alpoim, nieta del célebre Maestre del Campo don Manuel Cabral de Melo y Alpoim, cuyo nombre ostenta el Museo Histórico que hoy nos cobija. Don Sebastián González de Alderete y en esto sigo al genealogista don Raúl Molina ya citado, era hijo legítimo de don Antonio González de Alderete y Velazco y de doña Ana de Peralta y nieto del capitán asunceño Domingo de Peralta, que al avecindarse en Corrientes injertó a nuestra ciudad la sangre de Hernandarias, formando su hogar en 1649 con la correntina doña Isabel Maciel y de la Cueva, perteneciente a la familia principal de la ciudad. Permítaseme prolongarme en el aspecto genealógico, pero es interesante destacar que el referido Domingo de Peralta era descendiente legítimo del Gobernador Hernando Arias de Saavedra. Si bien se ignora el nombre del hijo o hija de este personaje que fuera abuelo de don Domingo , tengo muy seguras referencias que ello fue acreditado por éste en una información sumaria que obra en el Archivo General de la Nación, Carpeta C.Leg.16. En cuanto a la documentación que avala todo lo expuesto precedentemente respecto al linaje de doña Juana María, ello surge de documentación que se encontraba en poder del Dr. Raúl de Labougle, consistente en la “ Probanza a pedido de doña Juana María Pereyra en 1788 ante el Dr. Don Francisco Xavier Dicido de Zamudio, entonces rector de la iglesia de Nuestra Sra. de la Piedad de Buenos Aires”. Doña Juana María de Pereyra se casó en Buenos Aires con el marino español don Manuel Antonio de Flores Maldonado y Angulo, oriundo de Salamanca, según unos y de Sevilla según otros datos, nacido en el primer tercio del siglo XVIII. Siendo éste guardiamarina había llegado al Río de la Plata con la comisión encargada de demarcar los límites entre los dominios de España y Portugal, comisión encabezada por el marqués de Valdelirios. Designado su esposo como General de la Armada, fue después nombrado Virrey de la Nueva Granada y Presidente de la Real Audiencia de Santa Fe de Bogotá y allí fue con el Doña Juana, cumpliendo con acertada fineza sus funciones virreinales. Don Manuel Antonio de Flores asumió este Virreynato el 26 de agosto de 1775 y se desempeñó en tal cargo por más de once años. Posteriormente fue luego designado Virrey de México, cargo que ejerció desde el 8 de mayo de 1787 al 16 de agosto de 1790. Allí la virreina correntina se distinguió por sus condiciones poéticas y su gusto exquisito. La azotea del palacio donde residía en la ciudad de México fue convertida por ella en observatorio astronómico y su salón fue centro de reuniones artísticas y científicas, brillando en el mismo escenario social y cultural donde antes lo hiciera Sor Juana Inés de la Cruz. Cabe destacar que todo lo expresado nos habla del nivel de educación y fineza que alcanzaron algunas familias en nuestro medio en la época de la dominación hispana y que no se limitó a los varones, sino alcanzó también a mujeres del periodo colonial. En cuanto a su esposo, también dejó como legado obras publicadas tales como “Prevenciones para los Correos que se dirigen al Río de la Plata y su regreso a España”, “Relación de los trabajos hechos por comisarios en la tercera partida de límites entre España y Portugal en América” así como una “Carta de Don Manuel Flores a B. De Arriaga sobre el temporal que sufrió la flota de América en el año 1766”. Terminada su gestión virreinal, Flores y su esposa se radicaron en España, donde el primero recibió muestras del real afecto, siendo designado Capitán de la Armada. Así como no sabemos la fecha en que nació Doña Juana, tampoco conozco ni el lugar ni el momento de su fallecimiento. Suponemos que fue en España, pues allí murió su marido, concretamente en Madrid el año de 1799. Es evidente que todos estos datos constituyen sólo una reseña de la vida de la virreina correntina y que es de esperar que de nuestro estudio e investigación posteriores surjan nuevos elementos que enriquezcan la biografía esbozada. (*Miembro de Número de la Junta de Historia de la Provincia de Corrientes y del Instituto de Ciencias Genealógicas de Corrientes ) © Diario Época - H.Yrigoyen 835 - Corrientes - Argentina
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